Eran las 3 de la tarde y solo había desayunado un pan tostado y un jugo de naranja. Después de un largo día de scouting, caminaba por los restaurantes de Reforma. De pronto vi un gran espectacular de una conocida cadena de alimentos que anunciaban “el regreso de los clásicos”, por alguna extraña razón comencé a sentir que mi estomago se apretaba más y me decidí a buscar uno de estos restaurantes.
Al entrar el olor a comida me hacía agua la boca, lástima que era la hora de comer de los “Godínez” y tuve que esperar mi turno en la sala de espera donde comencé a ver la carta para escoger mi platillo y pedirlo inmediatamente que estuviera en la mesa.
Las hamburguesas me sedujeron con su rica jugosidad… ¡no, no es albur! Los limones parecían tan frescos como recién cortados, y el queso se derretía con una cadencia exquisita. Todo pintaba a que iba a ser un rico manjar.
De pronto me llamaron, y desperté de ese sueño apetitoso, pero emocionada porque “esa comida, iba a ser mía”.
Pedí la hamburguesa y espere 10 minutos. Al llegar mi plato, se me quitó el hambre. Un gran signo de interrogación apareció y exclamó: “¡¡¿Y el queso? Los limones están amarillos y secos; y la carne no está tan jugosa, ¿qué pasó aquí?!!”.
Y ahí me dije a mi misma “Ahora sí te hicieron inocente. No confíes en las fotografías de comida, tu misma las realizas…mmm”
La verdad es que la fotografía de alimentos es una verdadera ciencia. Comunican ideas que llegan al instinto más básico del hombre promovido por una necesidad de supervivencia: el hambre.
En la industria de alimentos se gastan cantidades sustanciosas de dinero en este tipo de fotografía, porque el retorno de esta inversión es más grande aún y lo mejor es que nunca se acaba.
En nuestra vida diaria estamos rodeados de este tipo de fotografía y sin darnos cuenta: está en los estantes del súper, en la calle, en el menú del restaurante, en revistas, e incluso en tus mismas redes sociales cuando tus amigos presumen lo que se van a comer.
En una simple bolsa de papas hay todo un equipo de trabajo detrás, así como investigadores y creadores de sabores. Pero, al final de cuentas, es de la imagen de donde nos nace el deseo de consumir ese alimento, por lo tanto es una imagen muy poderosa, que incluso juega con nosotros.
Una buena fotografía de alimentos puede hacer la diferencia para que el cliente al ver un espectacular en la calle decida entrar a tu establecimiento y adquiera el platillo que le mostraste.
Definitivamente la fotografía de alimentos es un instrumento muy importante para la industria alimenticia. Te recomendamos tener un fotógrafo de tu lado y hacer uso de esta poderosa herramienta. Nosotros te podemos ayudar.
Rubí Hurtado
Fotógrafa/ Directora
Distrito Foto
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